Palabras del delegado Zero en la reunión con adherentes y organizaciones de Orizaba, Ver.3 de Febrero de 2006
Bueno, bueno, si bueno… bueno. Buenas tardes, compañeros y compañeras. Gracias por estar aquí presentes, y por la paciencia y el calor que deben tener. Mi nombre es Marcos, subcomandante insurgente Marcos, y soy del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, una organización formada mayoritariamente por indígenas, indígenas chiapanecos. Y como indígenas traigo esta palabra para ustedes, dirigida hacia los hombres y mujeres de los pueblos indios aquí del centro de Veracruz, dirigida a los compañeros y compañeras sexoservidores y sexoservidoras, a los que aprovecho para decir que es un honor tenerlos como compañeros y compañeras. También, dirigido a los trabajadores de la industria textil. También dirigido a los colonos, a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes, a las mujeres, especialmente a las madres solteras.
Nos contaba uno de nuestros compañeros jefes, que llevaba el nombre de Antonio y que lo llamábamos el Viejo Antonio. Porque allá en nuestra tierra, los que dirigen nuestra lucha son indígenas, hombres y mujeres de edad, ya mayores –decimos nosotros– o viejitos –dicen ustedes– o ancianos. Y decía uno de ellos –él ya murió– que se llamaba el Viejo Antonio. Nos contaba hace 22 años, en un enero como este, pero hace 22 años. Nos contaba la historia de unas palabras, que tal vez venimos a aprender aquí en la otra campaña, con toda la gente que hemos escuchado aquí, que ha pasado a tomar la palabra aquí en Orizaba, y también que ha pasado a tomar la palabra en el sur de Veracruz, en el norte y en las diferentes ciudades y comunidades donde hemos estado aquí en el centro de Veracruz. De una u otra forma lo que es la otra campaña, lo que es nuestro movimiento está representado aquí en este salón. Somos a quienes desprecian los que están allá arriba, son a los que persiguen, a los que explotan, a los que extorsionan, a los que meten a las cárceles, a los que matan. Y decía el Viejo Antonio, que nos contaba la historia de las palabras, nos decía él como nació la palabra yo.
Decía él que los primeros hombres y mujeres que poblaron estas tierras eran como la mayoría de los que están aquí, indígenas. Y decía que al principio, el trabajo que hacían estos hombres y mujeres era parejo repartido para todos, y que después llegó el poderoso, el rico y empezó a quedarse con lo que era el trabajo de cada uno. Y entonces dicen nuestros primeros maestros, nuestros mayores, que empezó entonces una historia de dolor y de lucha a recorrer la tierra, la tierra que somos y que hoy llamamos México. Y dicen entonces, que uno empezó a hablar y a decir yo cuando empezó a nombrar su dolor, su rabia, su indignación. Y cuando uno empezó a decir yo sufro, yo peno, yo tengo estos problemas es como aprendió a reconocerse a sí mismo como un ser humano. Antes del yo no había nada, y antes del yo que nació entonces no había explotación ni miseria. Cuando uno dice yo dice un individuo, no dice un colectivo. Entonces, dice el Viejo Antonio que cuando decimos yo nombramos nuestra historia, y ahí a partir de eso empezamos a aprender las otras palabras. Aprendemos a reconocer por la mirada y por el oído al otro que es diferente, y le nombramos él, ella. Pero seguimos siendo nada más nosotros en un individuo solo, separados del resto. Y es hasta cuando abrimos no el oído no la palabra, sino cuando abrimos el corazón, que empezamos a reconocer en el él, en la ella esos mismos dolores y esas mismas penas. Y dice el Viejo Antonio que cuando el yo encuentra a él o a ella, y descubre que es lo mismo el dolor que tienen, empieza a construir una palabra que es la más difícil de construir y difícil de madurar, que es la palabra nosotros. Dice el Viejo Antonio que es en el momento cuando el yo, y el él, y el ella, y el tú –cuando hay más confianza, y el usted –cuando es signo de respeto– se convierten en nosotros; es entonces cuando hay la oportunidad de que el dolor y la pena, que hizo nombrar el yo, que hizo nombrar a él, a ella, al tú, al usted, tienen la oportunidad de transformar el yo en alegría.
Y decía el Viejo Antonio que llega un momento en que los dolores se juntan, que se junta el yo con el él, con la ella, con el tú, con el usted, y empiezan a preguntarse quién es el responsable de ese dolor y de esa pena, que empezó siendo individual, que pasó a ser de una familia y luego de un grupo de trabajo. Y entonces es cuando hablando y escuchando descubren que el responsable de eso es el que está arriba, y es entonces cuando nace la palabra ellos. Dice el Viejo Antonio que cuando uno dice ellos o ellas mira hacia arriba, al que construye su riqueza a costa de nuestra pobreza, al que construye su felicidad a costa de nuestra infelicidad, el que construye su futuro a costa de nuestro presente y de nuestro pasado. Y entonces dice el Viejo Antonio que es entonces cuando queda acomodado cabal lo que es la forma de hablar de los que están abajo. Y entonces, les dice lo que enseñó a nosotros, que tenemos que dejar el yo en algún momento, y aprender a identificar el él y el ella con el que íbamos a construir el nosotros que necesitaba nuestro país. Decía él que teníamos que apartarnos del nosotros, por muy doloroso que fuera, por muy terrible que fuera. Y teníamos que aprender a mirar al otro, que es de la única forma que hemos aprendido nosotros como pueblos indios a mirar al otro que es con el corazón. Y entonces nos dijeron, nos dijo el Viejo Antonio, que tenía que llegar el momento en que los pueblos indios tenían que conocerse entre sí, y tenían que aprender a decir nosotros. Y que aún así no iba a bastar, porque sin duda iba a seguir existiendo el ellos, los ellas que nos estaban explotando y humillando y despreciando. Y que era necesario como pueblos indios, que aprendiéramos también a escuchar otros corazones y a encontrarnos con ellos.
Para nosotros como zapatistas es un orgullo tener como compañeros y compañeras a los compañeros sexoservidores y sexoservidoras. Ojalá y nos tomemos una foto juntos, va a ser un honor para nosotros tener ese recuerdo. Y es un honor para nosotros también, tener como compañeros y compañeras a los pueblos indios de la sierra de Zongolica. Y es un honor también para nosotros, tener como compañeros y compañeras a las mujeres madres solteras, a los jóvenes, a las jóvenas –como dicen nuestros compañeros, a los campesinos que se les ha despojado la tierra, a los que trabajan en los medios de comunicación alternativa, a los grupos culturales o de defensa de los derechos humanos, o a la gente que se organiza para luchar por la equidad de género, o por la identidad, o contra la violencia contra las mujeres, o contra los niños, o contra la diferencia.
De una u otra forma aquí, en la otra campaña y en este cuarto está reunido todo lo que desprecian ellos los que están allá arriba. Y de una u otra forma nos ponen a escoger lo que es la palabra de arriba y la palabra de abajo. Y de una u otra forma, la palabra de arriba nos individualiza y nos devuelve el yo vacío, nos lo devuelve con el mismo dolor a cambio de una vaga esperanza, de una esperanza que no se va a cumplir. Nos está prometiendo un futuro que no existe más que para ellos. Y si nosotros nos rebelamos solos, solos vamos a perder y solos vamos a desaparecer. Así como he dicho todo esto, es para nosotros también un orgullo tener como compañero a Jacobo Silva y como compañera a Gloria Arenas, porque ellos como parte de la otra campaña son ya nuestros compañeros. (Aplausos ¡De norte a sur, de este a oeste! ¡Ganaremos esta lucha, cueste lo que cueste!) Y también son nuestros compañeros los hermanos detenidos hace unos días aquí en Veracruz, acusados injustamente de ser del EPR. Compañeros y compañeras lo que nosotros nos proponemos es que lo que está aquí, lo que representa aquí en este cuarto, que es lo que hace andar este país. Sea en taxi, como los compañeros de aquí taxistas de Orizaba independientes; sea en ropa, como los compañeros textiles; o sea en combustible, como los compañeros petroleros; en electricidad, como los compañeros electricistas; en el campo, como los compañeros campesinos; en las madres solteras, con el trabajo que producen y que hacen andar; en los pueblos indios, labrando nuestra historia para traerla aquí otra vez, a recordarla y a aprender de ella; como jóvenes, como estudiantes, como maestros, como la gente que somos. Aquí y sólo aquí es dónde está la posibilidad y la esperanza de que nuestros problemas se resuelvan, que nuestras necesidades que tenemos como individuos se resuelvan. Y tenemos que aprender a decir ese nosotros que tanto trabajo nos cuesta. Porque nos cuesta trabajo saber que el otro es diferente, y nos cuesta trabajo escuchar el dolor y encontrar ahí la semejanza. Y entonces nos separamos entre hombres y mujeres, nos separamos entre heterosexuales, homosexuales y lesbianas, nos separamos entre jóvenes y viejos, nos separamos entre estudiantes y maestros, nos separamos entre campesinos y obreros, entre pueblos indios que hablan una lengua y otra, entre veracruzanos y chiapanecos.
De lo que se trata la otra campaña es de construir juntos ese nosotros, porque únicamente ahí nuestro país tiene futuro. Si dejamos que ellos, los que están arriba, sigan lo que están haciendo, van a seguir destruyendo la naturaleza, van a seguir expulsando de estas tierras a los mexicanos y mexicanas, para mandarlos a otro país a trabajar. Si seguimos dejando que esos que están allá arriba, ellos sigan con su trabajo, entonces va a seguir la persecución de la diferencia, va a seguir el desprecio a las mujeres, la humillación para los jóvenes, el racismo contra los pueblos indios. Lo que nosotros nos estamos proponiendo compañeros y compañeras, es usar toda esa fuerza que está ahorita aislada, separada una de otra, y unirla en un gran movimiento de liberación, un gran movimiento de rebelión que alcance todo el país.
Hace cien años, en 1906, aquí en tierras Veracruz empezó un gran movimiento que transformó al país durante un tiempo, la Revolución Mexicana, y empezó con los trabajadores. Cien años después, venimos otra vez a Veracruz para decirles que ahora no se trata de que empiece uno solo, sino que empecemos todos juntos. Que aprendamos a decir nosotros y volvamos otra vez a luchar, a levantar este país, a sacudirlo desde abajo, y dejarlo ahora sí cabal, ahora sí derecho y plano. Porque hace cien años no quedó bien. La lucha que estamos emprendiendo no es de un momento para otro. Pero, lo que hemos venido escuchando ya en Chiapas, en Quintana Roo, en Yucatán, en Campeche, en Tabasco y ahora que terminamos con Veracruz, nos hace pensar, y se los decimos claramente, que no está tan lejos lo que estamos haciendo. Porque cada vez que caminamos y abrimos el oído y el corazón escuchamos cada vez más rabia, indignación y organización. Y eso es lo que necesita este país. Porque organizarse; aunque sea individualmente, por familia, en un grupo, en una organización social, o en una organización política; organizarse significa aprender a decir nosotros y construir esta otra cosa que no está buscando la respuesta arriba, sino que la está construyendo abajo.
Lo que está pasando allá afuera, pasando esa puerta compañeros, es el mundo de ellos. Ahí mandan ellos, ahí es su palabra la que se escucha, no la nuestra. Si nosotros no aprendemos al salir de aquí, que tenemos que construir ese nosotros entre todos, ellos nos van a seguir ganando. Y tampoco por mucho tiempo, porque su victoria significa la muerte y la destrucción de este país. También allá afuera van a encontrar mucho ruido, ni siquiera van a alcanzar a escucharse su dolor ni su pena, mucho menos su indignación y su rebeldía. Saliendo allá afuera lo único que se escucha es: Vota por este, vota por el otro. Este es el menos peor, este es un criminal. El otro es un mentiroso, el otro es un hipócrita. Y entonces allá arriba ellos y ellas han decidido como deben ser las cosas. Y ellos y ellas nos dicen que la política es la política de arriba. Y que la cultura es la cultura de arriba. Y que la información es la información de arriba. Y que la liberación femenina es la que hay allá arriba. Y que la juventud es la que está allá arriba. Y que los pueblos indios son los que están allá arriba con Xóchitl Gálvez. Y así, en cada lugar y en cada cosa, allá afuera se está construyendo un mundo que es el de ellos, el de arriba, donde nosotros no tenemos ninguna esperanza. Donde cada día que pase vamos a ver cómo las cosas suben de precio y nuestro salario, la paga que requerimos no alcanza.
En pocos lugares hemos escuchado tanto dolor como la historia de los compañeros cañeros. Que la mayoría de ellos no pueden venir aquí porque está ahorita en el corte de caña. Seis de la mañana a seis de la tarde, por una miseria. Y a parte tienen que pagar la comida. Y a parte tienen que aguantar que el patrón se burla de ellos porque comen mucho, toman mucha agua y gastan mucha leña. Esa historia ya la conocimos compañeros, y fue hace cien años exactamente. Y fue esa historia de dolor y de humillación y de explotación la que dio origen a lo que ahora se conoce como la Revolución Mexicana. La conocimos nosotros en Chiapas, en las fincas cafetaleras. Y la historia que nos cuentan las mujeres que son madres solteras también la conocimos hace cien años, y también la conocimos en Chiapas. Pero, ya no sólo ahí. Las estamos escuchando en todos los estados donde pasamos. La historia de los trabajadores y de los obreros que se organizan para exigir sus derechos, y son despedidos sin que nadie haga nada, también la escuchamos aquí en Veracruz hace cien años. Y la historia de los taxistas que son reprimidos, hechos a un lado cuando su derecho a trabajar se hace como si fuera un crimen, también la hemos escuchado en todas partes donde hemos llegado.
Aquí lo que está ocurriendo, compañeros y compañeras es que el que trabaja, el que produce es un delincuente. Y entonces, doce años después de que los gobiernos nos pusieron que éramos nosotros los zapatistas unos transgresores de la ley, doce años después aquí en Orizaba, en Veracruz, venimos a descubrir que somos millones de transgresores de la ley. De la ley de arriba, que es la que nos hace delincuentes. Hemos escuchado en varios estados de la república, como los campesinos y los indígenas tienen que pagar para poder trabajar su tierra. Las grandes empresas madereras se están llevando la madera, y si un indígena corta un árbol para su leña, o para hacer su casa, es un delincuente. Y lo meten a la cárcel si no paga una cantidad de dinero. Escuchamos también la historia de los compañeros y compañeras trabajadores del sexo, y escuchamos como son extorsionados. Y nosotros lo entendemos bien como pueblos indios, porque a nosotros nos extorsionan también, nada más porque somos diferentes. Y la autoridad, el gobierno que debería garantizar un trabajo digno es el que lo hace criminal. Qué nos ofrecen, entonces, ellos los que están allá arriba. Nos ofrecen hacernos delincuentes, o irnos de estas tierras. Dejar Orizaba, dejar Veracruz, dejar México e ir a Estados Unidos. A ver si no nos ahogamos a la hora de cruzar el río. A ver si no nos detiene la border patrol. A ver si no nos humillan los grandes patrones. Para, lejos de nuestra familia, lejos de nuestra tierra y de nuestra historia volver a encontrar la misma explotación, la misma miseria y el mismo desprecio.
Nosotros lo que estamos haciendo compañeros y compañeras es proponiendo otra cosa. No irse al otro lado, quedarse aquí y luchar. Hacer grande la lucha que tiene cada quién. La lucha por la libertad de los presos políticos, la lucha por el reconocimiento al derecho a trabajar de los taxistas, al derecho a trabajar de los obreros textiles, al derecho a trabajar de cualquier campesino, al derecho a la cultura y a la lengua de los pueblos indios, el derecho de los estudiantes a estudiar y a tener un empleo a la hora de terminar, el derecho de las sexoservidoras y sexoservidores a tener un trabajo digno y ser tratados como lo que son, como trabajadores, el derecho de los maestros a un salario digno, el derecho de las madres solteras a recibir apoyo, porque son trabajadoras y porque necesitan apoyo para sus niños, el derecho de los homosexuales y las lesbianas a ser reconocidos como lo que son, como seres humanos. El derecho de todos los de abajo, que es el que hay que levantar y unir. Y eso es la otra campaña.
Y nosotros le decimos otra campaña, nada más porque nos da flojera decir todo el nombre, porque lo que dice la otra campaña es que vamos a hacer otra política. Y ya saben que allá afuera cuando salgan, llegan los partidos políticos y van a decir: esto se va a hacer en Orizaba, esto se va a hacer en Veracruz, esto se va a hacer en México. Y nosotros lo que estamos haciendo es yendo a cada lugar, en todo el país, a cada estado, y preguntándole a la gente qué piensa, cuál es su dolor, que nos diga su yo. Que cada quién pase y diga: yo soy esto, yo esto me duele, yo esto me indigna, yo esto me da rabia. Y entonces, así escuchando empezamos a escuchar todos, y aprendemos a decir él, ella, tú. Y con estas palabras que se van construyendo empezamos a decir nosotros. Nosotros compañeros y compañeras somos los otros, las otras, somos la otra campaña. Esa es otra forma de hacer política, y estamos aprendiendo. De repente, tarda mucho cuando están hablando y como que entra el sueño. Pero, a nosotros no nos entra el sueño, y estamos tomando el apunte de lo que están diciendo, para que no se pierda su palabra. Y están los compañeros de los medios alternativos, que son gente que hace películas, videos, grabaciones, programas de radio, periódicos. Y todo eso lo están guardando también, y lo van a empezar a dar a conocer en otras partes de México. Entonces, ahí lo que estamos haciendo es que en esas cajitas de esos compañeros que son de los medios alternativos, están guardando todos los yos que están hablando en la otra campaña. Y al final, junto con todos nosotros cuando acabemos el recorrido por todo el país, vamos a tener más o menos la respuesta a la pregunta ¿quiénes somos esos otros y esas otras de la otra campaña? Por eso decimos que queremos hacer otra forma de hacer política.
Pero, no sólo es que estamos viendo de que nos gusta estar acalorados, encerrados y escuchando la historia de cada quién. Sino que esto tiene que tener un rumbo, un destino. Y lo que queremos es, que lo de lo que dice la gente empezar a hacer un Programa Nacional de Lucha. No sólo la gente que puede venir aquí. Sino tenemos que ir con los trabajadores cañeros, a escucharlos a ellos ahí, donde viven y trabajan. Tenemos que ir con los compañeros trabajadores y trabajadoras sexuales a escuchar ahí, en su lugar de trabajo sus necesidades. Ir a las casas y a los centros de trabajo de las madres solteras. Ir a las escuelas donde están los estudiantes. Ir a las fábricas donde están los obreros. Ir a cada lugar, a cada comunidad donde hay pueblos indios, y escuchar la palabra de cada quién, y empezarla a hacer grande. Y empezar a construir lo que se llama un Programa Nacional de Lucha, donde podamos responder a la pregunta ¿qué país queremos? Porque ya sabemos que el país que tenemos no lo queremos. Lo que queremos es lo que vamos a construir. Y entonces, cuando quede cabal esto otra vez, compañeros y compañeras, vamos a revolver todo el país, a sacudirlo, que se caigan los que están allá arriba, y que caigan donde deben caer, que es en la cárcel y en el basurero.
Y entonces, cuando ya quede todo cabal, entonces necesitamos hacer un acuerdo de cómo nos vamos a llevar, cómo nos vamos a relacionar entre trabajadores, entre pueblos indios, entre mujeres, entre hombres, entre jóvenes, entre ancianos o gente de la tercera edad. Y esta nueva forma de organizarnos es lo que decimos que es una nueva Constitución. O sea que nosotros no estamos luchando por láminas, ni por despensas, ni por un cargo público. Lo que estamos luchando es por un nuevo país. Y este movimiento que estamos presentando ahora aquí en Orizaba, que se llama la otra campaña, es ya que está en todo México. No apenas está empezando, sino que hay compañeros y compañeras ya en todos los estados de la república, que no piensan que va a haber solución por los partidos políticos que están en las elecciones. Sino que piensan que la única solución que va a haber es cuando la gente de abajo se organice y luche.
Cien años después de que empezó la lucha por la Revolución Mexicana en 1906, aquí en tierras veracruzanas; cien años después venimos a decirles como pueblos indios que somos nosotros los zapatistas, que ahora sí va a quedar cabal. Ya no vamos a dejar otra vez que triunfe un movimiento y quedemos olvidados de nuevo. Porque hemos visto que desde la guerra de independencia y todas las guerras, los que primero luchan, los que más avanzan, los más decididos son los pueblos indios. Y a la hora de que se reparten las cosas y que se gana, nos dejan otra vez olvidados. Porque hemos visto que las palabras que sacaron aquí de dolor los pueblos indios, son las mismas de hace cien años y las mismas de hace quinientos años. Por eso tenemos que unirnos como pueblos indios, y tenemos que hacer que cuando ganemos esto se reconozcan nuestros derechos y nuestra cultura. Y podamos vivir con dignidad como cualquiera, pero sin dejar de ser indígenas como somos. Sin abandonar nuestra raíz cultural, nuestra lengua, nuestro vestido, nuestras ideas y nuestra creencia. Y así como decimos esto de los pueblos indios, como somos indígenas nosotros, igual tendrá que ser con las mujeres, con los jóvenes, con los homosexuales, con las lesbianas, con los transgéneros, con todas las diferentes posibilidades de relación y de amor que hay en nuestro país. Los obreros, los campesinos, todos los que trabajan y hacen andar esta historia. Solamente en este país no va a haber lugar para los de arriba, y todos los que están arriba y construyeron su bienestar sobre nuestro malestar, van a estar en la cárcel. Y ahí se van a pudrir, como ahora están en la cárcel los que luchan por estos derechos.
Cuando esto ocurra, o antes, porque estamos también levantando un movimiento en ese sentido, van a salir de la cárcel Jacobo y Gloria. Y va a venir aquí, y van a estar reunidos todos ustedes y también nosotros, y le vamos a dar un aplauso a ella y a él. Y les vamos a decir que un día, tres de febrero, hacía mucho calor, nos metimos todos aquí y nos comprometimos a luchar por su libertad de ellos y por la libertad de todos los presos políticos. Ese día va a llegar, va a haber un vaso de agua para cada quién, yo me voy a quitar el pasamontañas porque hace mucho calor, y me voy a tomar ese vaso de agua, y con él vamos a brindar. Entonces, todos los que están aquí y otros que no están aquí, van a saber lo que nosotros ya sabemos: ese día que se amaneció, cuando terminó la noche de nuestro dolor, hicimos algo, hicimos nuestra lucha. Y nadie nos va a venir a contar quien hizo el nuevo movimiento que pasó un nuevo México: uno más justo, más libre y más democrático. Sólo así, compañeros y compañeras, que todavía están pensando si es que se van a entrar o no, que les decimos que escuchen todo lo que ya se dijo aquí, que vean y escuchen todo lo que ya se vio y se miró en otros estados, y que digan si no es cierto que nuestra causa es noble, es justa y es verdadera. Y si aún así dudan, pues que más vale estar con el que va a ganar. Y el que va a ganar está en la otra.